Sumario

Biografía
Escritos
Sobre la vida y la obra
Debates, entrevistas, etc...
Multimedia
Contacto

Nederlands
Deutsch
English
Français

Recuperar a Ernest Mandel

Ernest Mandel - Archivo Internet
Pepe Gutiérrez Imprimir
Espacio Alternativo y Revolta Global

Después de un largo e inmerecido ostracismo que denotaba, más que cualquier otra cosa, las propias miserias de la izquierda (marxista), nos han llegado dos aportaciones sobre Ernest Mandel que, antes que nada, atenúan nuestras debilidades y, por lo mismo, refuerzan el discurso marxista revolucionario. Un discurso que conoció un notable fulgor entre la segunda mitad de los años sesenta y los setenta, cuando casi todo Mandel fue vertido al castellano, y en algún caso en catalán.

La primera aportación se trata de una edición de Escritos de Ernest Mandel, en concreto, de ‘El lugar del marxismo en la historia’, y de ‘Octubre de 1917: ¿golpe de estado o revolución social?’. La edición está muy bien acompañada por tres discípulos del autor Belga, Miguel Romero “Moro”, autor del prólogo, Robin Blackburn con el óbito que escribió con ocasión de su fallecimiento, y de la entrevista de Tariq Ali sobre sus años jóvenes ( muy poco conocidos, por cierto, ya que Ernest era muy discreto en estas cosas). Aparecida en Libros de la Catarata, la obra circula desde hace casi un año y se puede encontrar con facilidad. Leerla significa ponerse en primera línea de la comprensión del marxismo y en la línea ofensiva sobre la naturaleza de la revolución bolchevique; cuya denigración es una pieza clave en la configuración de lo que se ha venido a llamar el pensamiento único.

La siguiente aportación, es la edición de un doble DVD titulado E‘rnest Mandel. Una vida por la revolución’, que comprende un entrevista de Franz Buyens de 1972 ( 40 min.), en la que Mandel cuenta los problemas que tuvo con los gobiernos de Francia (a raíz de las jornadas de mayo en cuyos inicios participó), Alemania, Suiza y Estados Unidos. Y también explica su relación con los clásicos, en particular con Marx, cuyo legado sobre teoría económica trató de poner al día en la fase del capitalismo tardío o neocapitalismo empleando las aportaciones científicas desarrolladas desde la muerte de Marx. El otro DVD, de Cris Den Hond (2005; 90 min.), es un retrato militante bastante completo, casi una biografía. Comienza con la guerra y la revolución española, para llegar hasta el muro de Berlín, pasando por la resistencia antinazi, la recomposición del trotskismo, la guerra de Argelia, el encuentro con Ernesto “Che” Guevara, el trabajo con la izquierda sindical belga que culminó con la huelga general de 1960-1961, el mayo del 68, la “revolución de los claveles“ en Portugal, el feminismo, la ecología...Las entrevistas son muy densas, así Eric Toussaint se refiere a temas como el sindicalismo belga y la deuda externa, Alain Krivine habla del mayo francés, Janette Habel de Cuba, Tariq Ali de la extraordinaria complexión intelectual de Ernest, Francisco Louça de las teorías de Kondrotieff y de Portugal, Ida Dequeecker del feminismo, Michael Warschawski de su incurable optimismo revolucionario, etc. Se trata ante todo de los testimonios de sus “hijos”, de los “ligueros” del 68, y se echa en falta –naturalmente- los de la generación anterior: Pierre Frank, Livio Maitan, Michel Lequenne, etcétera.

Durante una larga temporada Ernest Mandel no estuvo de moda entre nosotros, y desde principios de los años ochenta (concretamente desde la desaparición de la Editorial Fontamara) sus libros no encontraban editorial. Es más, los antiguos se amon¬tonaban en los saldos y su nombre raramente aparecía en convocatorias o debates, la última vez si no recuerdo mal fue un debate montado por la revista Sistema en el que Mandel debatió con “teóricos” como Felipe González. Y la desproporción intelectual y humana era tan abismal como las que en sentido contrario les separaba en votos. Entre los intelectuales cortesanos se hizo muy común tratarlo despectivamente, recuerdo en este sentido un artículo firmado por dos “arrepentidos” como Julio Aramberri y Jorge m. Reverte en la misma revista, y que titulaban graciosamente Mandel en el país de las maravillas. En otra ocasión otro ex, el difuso Libertario Fernando Savater lo trató de "megaterio" en uno de sus ambiguos artículos sobre la guerra del Golfo. Mandel se había convertido en uno de los blancos preferidos por muchos "arrepentidos", luego llegó el olvido. Pero también el final de aquella fase en la que se nos quería convencer de que ya habíamos llegado a la “meta final” gracias a “esta democracia” y a un “Estado de Bienestar” cuyo asedio se fue haciendo cada vez más frontal y descarado.

No se trataba –obviamente- de ningún ajuste de cuentas, sus críticos estaban colocados y tenían bastante con su propia promoción, y detrás de todo se erguía el influjo de la llamada "revolución conservadora": el nuevo clima intelectual que proclamaba -entre otros signos de los tiempos-, el fin del consenso establecido al final de la II Guerra Mundial con la Liberación, o sea, el fin de la línea de paz social y de reformismo, de la expansión del pleno empleo y la seguridad social; y el principio de la supremacía del yo sobre el nosotros y por ende del más fuerte sobre el más débil; el mercado como el horizonte social límite; la revolución de Febrero contra la de Octubre de 1917; el anticomunismo triunfante. Y detrás de todo la palabrería “demócrata” aparecía la sombra “cultural” de emporios como el que moviliza el Partido Republicano USA, que había logrado un nuevo matrimonio entre los “arrepentidos” con los reciclados de las viejas derechas, algo que aquí ha matrimoniado el felipismo con el PP, un tinglado que ha operado la reconversión del tardofranquismo con el neoliberalismo por la Gracia de Dios y del Mercado.

Y, tampoco estaban de moda ni la izquierda-izquierda ni el pueblo militante. No hay más que darse una vuelta por los escaños para percatarse que entre ellos no hay un mal obrero, comprobar como los aparatos de los grandes sindicatos han pasado a ser “correas de transmisión” del sistema, y como la historia de la Transición está siendo explicada como unas conquistas otorgadas por una jerarquía de "grandes hombres de Estado" encabezados por Juan Carlos I como el "gran timonel". Sobre sus logros finales, me parecen muy precisas las palabras -proféticas, vale Dios- de Ferrer Salat en su capítulo final grabadas de un mitin empresarial de 1977: "...no deben de volver aquellas movilizaciones y reivindicaciones sociales que con¬dujeron al país a la guerra y a la miseria". en resumen, un proyecto sin el pue¬blo, que exonera al franquismo, culpabiliza al pueblo de izquierdas, y advier¬te a los "irresponsables" como los grandes tiburones saben hacerlo.

Bueno es recordar que Ernest Mandel no fue un lejano teórico marxista para nosotros, un autor de gabinete teórico, de libros importantes ahora llenos de polvo. Fue uno de los nuestros, que tuvo una importancia capital para toda una generación, y cuyos libros siguen siendo una fuente inagotable de enseñanzas. El día que alguien escriba una pequeña -o una gran- tesina sobre "Mandel en España", tendrá sin duda muchas cosas que contar. Por ejemplo podrá dedicar medio centenar o más de páginas solamente a la clasificación de las ediciones de sus libros, folletos, artículos, ponencias, colaboraciones -en las antologías más diversas-, entrevistas, mítines, etc. Este estudio ,supongo, deberá empezar con un amplio prólogo detallando las pistas de su influencia en la LCR, de la que fue el principal mentor en la IV Internacional, y entrar en el terreno más difuso de su influencia en otras corrientes, economistas o colectivos de la izquierda radical. Deberá contar con un amplio apartado sobre como ayudó con sus trabajos sobre la naturaleza del franquismo "tardío", sobre el "neocapitalismo" y el estalinismo, "las lecciones de mayo del 68", etc, en la configuración del "gauchisme" entre nosotros. Los testimonios de gente significada de la izquierda radical podían ser muy nutridos, y entre ellos se impondría contabilizar un sector nada desdeñable de "arrepentidos".

Seguro que deberá dedicar más de un capítulo a los debates sobre España en la IV Internacional. Y, quizás, uno nos contará algo de sus relaciones personales con nosotros. Un epílogo más o menos amplio trataría sobre sus escritos sobre Cuba y América Latina que tanto nos influyeron ,y posiblemente otro tendrá que ocu¬parse de sus aportaciones en relación a la historia más inmediata, a la des¬composición del “ socialismo real", al significado de la llamada "revolución conservadora" y su expresión en el orden político y económico, y también en su apuesta por la recomposición de la IV Internacional después de esa fase depresiva que nos ha tocado vivir y que ha mandado a mucha gente a su casa.

Tampoco estamos hablando de un señor académico, aunque lo era y de categoría, Mandel era ante todo un militante que nunca se pareció en nada a los lideres de los partidos de raíz estalinista o socialdemócrata, su modelo de revolucionario hay que encon¬trarlo en el tiempo de leones del socialismo, de antes que llegaran los gatopardos y las hienas. Los que le tratamos en reuniones, conferencias o congresos, jamás le vimos un palmo alejado de lo que queríamos ser todos: unos revolucionarios honestos y abiertos. Mandel no necesita ningún monu¬mento. Los que tenemos una voluntad de homenajearle, tendremos que trabajar por la divulgación de su obra, en particular la última, que es ya de por sí, un monumento.

Igualmente, creo que es posible afirmar que el historiador futuro que trate de escribir la biografía de Mandel desde el punto de vista que pedía Walter Benjamín, de los oprimidos, de los derrotados, encontrará en la segunda mitad de este siglo pocos casos de una personalidad que le supere en estas realidades:

- La importancia histórica-social, desde abajo, de sus actividades públicas, divididas entre su participación en la pequeña sección belga -que incluía las exigencias más humildes- y las tareas más generales de la IV Internacional en todo el mundo, dándole a ésta una proyección y una implantación que sin él no habría tenido. Mandel fue el puente entre la "vieja guardia" de la guerra y posguerra (Pierre Frank, Livio Maitan, Joseph Hansen, etc), y las nuevas generaciones del 68.

- La riqueza de su producción teórica en la mayor parte de ámbitos de las ciencias sociales desde los impresionantes estudios del tipo del ‘Tratado de economía marxista’ o ‘El capitalismo tardío’ hasta los innumerables opúscu¬los, cursillos, textos de debates, etc, obrando una irrepetible síntesis entre un intelectual de la más exigente talla académica con la de un militante singular¬mente duplicado, en un conjunto que sobrepasa las medidas conocidas.

- La amplitud y la trascendencia de los problemas que estudió -interviniendo siempre de alguna forma durante casi cinco décadas. Problemas que abarcan un arco que incluye las diversas crisis y transformaciones del sistema económico capitalista, pasando rigurosamente por las graves contradicciones del régimen burocrático engendrado por el estalinismo, hasta prácticamente repasar todas las grandes cuestiones de la vida social como la conciencia obrera, la alienación, la ecología, etc (a Mandel se le puede encontrar en debates y antologías de los más diversos tipos: la enseñanza, el modo de producción asiático, o el llamado “efecto Soljetnitsin”, África...).

- Su valor como persona, un valor que podemos mesurar por su entrega y sus ejemplos, en su capacidad de respetar a sus adversarios y su empeño constante por convencer,

En esto cabe una indicación que creo importante para nosotros. Lo difícil no es batirse durante un cierto tiempo en una situación revolucionaria, enaltece¬dora, lo realmente difícil es mantener una acción militante mientras llueven piedras durante más de medio siglo. Permanecer más allá de las "travesías del desierto", como lo fueron los años cincuenta o la primera mitad de los sesenta, o nuestros ochenta-noventa, y seguir firme por encima de las tentaciones de la comodi¬dad de los "mandarines", del reconocimiento oficial o académico, más allá de las desagradables descalificaciones de estalinistas y sectarios, a veces mucho más dolorosas que las medidas represivas del sistema que casi lo convirtió en un émulo de Trotsky cuando el mundo se hizo para él casi "un planeta sin visa¬do". A Mandel le prohibieron la entrada en Alemania, Suiza, Francia -donde, por cierto, entró y salió en innumerables ocasiones, una de ellas en víspera del mayo del 68, con ocasión de un mitin memorable orientado a la gente que creía en la revolución en una Francia que se aburría-, en los Estados Unidos, y por supuesto, en todos los países del Este.

Después de tantos "arrepentimientos" y jubilaciones políticas anticipadas, después de las tormentosas perspectivas que ofrece esta época "particular", la evaluación de la obra de Mandel no puede ser -entre revolucionarios y gente honesta-, más que de reconocimiento. Mandel ha sobrevivido en la prueba de la historia a una gran cantidad de lideres y teóricos de la izquier¬da que por un tiempo ocuparon un lugar en el escenario, y hoy permanecen justamente en el olvido, cuando no han cambiado de barricada. Ha sobrevi¬vido como a tantas y tantas viejas estrellas de la socialdemocracia y del estalinismo que tuvieron un peso social muy superior al de la IV Internacional y que, en vez de transformar un mundo acabaron sometidos a los más podero¬sos. Eso sí, en nombre de la democracia.

Evidentemente, con esto no quiero decir en absoluto que Mandel no estuviera sujeto a muchas críticas, y se ha hablado de sus errores de pronósticos, de su excesivo optimismo o incluso, como ha hecho un antiguo camarada como Tariq Ali en su novela ‘Redemption’, interpretar con ironía su silencio sobre la liberación sexual... Criticas que no tienen que ser muy diferentes a las que tuvo que afrontar den¬tro y fuera de la Internacional como algo inherente a la propia naturaleza de un crítico revolucionario. Aquí es justo recordar que Mandel nunca tuvo el poder, no rehuía las críticas, nunca empleó frente a sus adversarios más armas que la razón y su apabullante erudición, amén de la pasión por los datos, por la verificación exhaustiva de los hechos. Su actitud básica se puede decir que era querer ir siem¬pre -como decía Jack London- más allá de la línea del horizonte. Una línea que tenía un punto incuestionable: la fidelidad a los oprimidos, a las ideas en su sentido más riguroso, abierto y plural.

Se le ha acusado en más de una ocasión tanto de ortodoxia como de heterodoxia, y fue muy habitual en los medios radicales de los años sesenta debatir, ¬no sin ironía, sobre la "doble alma" de Ernest, la que encarnaba bajo el seudónimo "Ernest Germain" que (junto con el de "Walter" que empleó durante la Resistencia) aparecía sobre todo en la prensa orgánica o como portavoz de la Internacional, y cuyo espíritu era el del "trotskismo de resistencia", el que "hacia piña" en defensa del honor y de la verdad de unos personajes y una historia que Isaac Deutscher comparó con la de los leprosos de la Edad Media. Germain podía llegar -por citar un ejemplo que recuerdo que fue saca¬do a colación por Daniel Bensaïd- a justificar las posiciones de Trotsky sobre los sindicatos. Germain trataba quizás de justificarse ante la presión de los "talmudistas" o "fieles intérpretes de los textos" que escondían su fatuidad debajo de la "máxima autoridad" o "legitimidad" del clásico, como si fuesen los clásicos los que hacían la verdad y no al revés. En este sentido, su ‘Tratado de economía marxista’ supuso una auténtica "revolución" en el método, ya que partía -como Marx- del estudio fehaciente de los datos y de las aporta¬ciones de los científicos sociales para -una vez analizados- llegar a la conclu¬sión.

Esta era la otra "alma", la que algunos consideraban como la más cabal expresión del "revisionismo", y la encarnaba el Mandel del ‘Tratado de economía marxista’ -una investigación que parte del cuadro científico más extenso y detallado para desembocar en la comprobación de la dialéctica marxista enfrentada al pasado y al presente, a una realidad que los "ortodoxos" no que¬rían reconocer porque el ‘Programa de Transición’ no había que cambiarle ni una coma... Este Mandel era el que abordaba la difícil tarea de adecuar el pro¬grama de antes de la Guerra Mundial al después, un después determinado por el reforzamiento del capitalismo que producía "milagros económicos" por doquier, y del estalinismo que parecía garantizar por la "emulación pacífica" la evolución hacia el socialismo y el comunismo.

Aunque el equilibrio entre continuidad y renovación es una tarea que la práctica totalidad de marxistas de su tiempo habían abandonado, Mandel trató de mantenerlo siempre. Miguel Romero nos contaba en un acto del Ateneo de Madrid que Mandel consideraba el marxismo como una obra de ingeniería de la que no se podía desprender ni un solo tornillo, sino era después de una reconsideración muy seria de su significado en el conjunto. Esta es una ima¬gen bastante fidedigna. Sin embargo no contradice el hecho de que Mandel criticaba abiertamente muchas actitudes de la tradición bolchevique, en especial las de 1921, o sea la de la prohibición del derecho a tendencia, las 21 condiciones de la Internacional Comunista, la represión del motín de Kronstadt que abrió una fosa entre comunismo y anarquismo. Una fosa sobre la que Mandel saltó en muchas ocasiones. Personalmente recuerdo un acto en I’ Hospitalet en 1977 en la que Mandel recogió el guante de las críticas libertarlas y fue mucho más lejos que ellos en sus propuestas -llenas de imaginación- sobre las posibilidades que la nueva tecnología abría para las experiencias de democracia directa.

Mandel entendió siempre la teoría revolucionarla "como unas almenas que se tenían que conquistar permanentemente" (Trotsky), por eso, al tiempo que era considerado en los círculos "puros" algo así como "el Bernstein del trotskismo" (y por ende del marxismo), también era visto desde las orillas de diversos renovadores o "superadores" como un "ortodoxo". En este sentido es muy significativa su polémica con Michel Raptis (Pablo), con el que habia trabajado muy directamente en empresas tan ambiciosas como la Resistencia, la solidaridad con la Yugoslavia que Stalin quería aplastar con su dedo meñique y con la revolución argelina para la que la IV Internacional llegó a poner en disposición una fábrica de armas. Después de la ruptura con el "paleo-trotskismo" de Lambert, Mandel se enfrentó al "neo-trotskismo" de Pablo que pensaba que la clase obrera había dejado -definitivamente- de ser revolucionaria en Occidente, que confería a la autogestión un papel estratégi¬co central en toda movilización -tema sobre el que Mandel escribió un apabu¬lIante, "Consejos obreros, control obrero, autogestión"-, y desplazaba al "Tercer Mundo" la prioridad en el avance revolucionario.

Los debates que Mandel desarrolló en su nombre y en el de la IV Internacional sobre estas cuestiones como sobre la "doble naturaleza de la burocracia", forman ya parte de un legado sobre el que resulta prolijo y difícil volver incluso desde la síntesis. El caso es que Mandel se mantuvo en una terreno distinto de ambos polos, y que concibió el proceso revolucionario mundial como un todo dialécticamente relacionado, que no tuvo dudas de que la clase obrera todavía mantenla al menos parte de su potencial subversivo, y que el "socialismo policíaco" estaba destinado a ser desbordado por los tra¬bajadores... Ni un sólo tornillo de todo este entramado polémico escapó a la consideración de un hombre que militaba en casa y en la Internacional y que ofrecía descanso a los militantes con ganas de saber con la amplitud y la varie¬dad de su producción escrita. Una producción que te la encontrabas en las puertas de cualquier debate marxista importante en cualquier rincón del mundo.

Se ha hablado de la IV Internacional en clave de mitología griega, en concreto, en comparación con el mito de Sísifo. Un héroe ciertamente trágico condenado a subir una enorme piedra a la cima, en la que nunca llegaba a aposentarse.

En favor de este argumento se establecía una relación de ocasiones en las que la IV Internacional "parecía" constituirse en alternativa. Momentos en los que las posibilidades de acción política crecían, y su programa y su ejemplo militante se erguía en un poderoso Imán para las nuevas generaciones. Esto ocurrió en la mitad de los años treinta, con el cisma titoísta. y más reciente¬mente con la gran ola internacional cuyo ejemplo más conocido fue el mayo del 68 francés. Se preveía que con la caída definitiva del estalinismo, llegaría finalmente su hora. Sin embargo, la vida ha pasado por otra parte, y pocos han sufrido tanto esta decepción como Ernest Mandel que puso en la IV Internacional "el sentido de toda su vida ".

Desde luego esta incorrespondencia no ha sido el resultado de una falta de entrega militante, que la habido e increíblemente generosa; ni tampoco por la debilidad de los argumentos políticos; sobre los cuales se ha escrito y habla¬do desde unos niveles de adquisición y enriquecimiento teórico poco comunes; y mucho menos por errores políticos graves, en toda la historia de la Internacional no se encontrará un sólo ejemplo de un apoyo que no haya sido para los de abajo, por las ideas más avanzadas y consecuentes, incluso cuando había que ser temerario para levantar banderas como la de Yugoslavia en 1949, Alemania 1953, Hungría 1956...Un historial que no puede desaparecer, al menos no sin servir para futuras recomposiciones, para los debates con el presente, para establecer nuevas líneas de trabajo.

Y al final, ¿qué? Al final, como al principio, está el movimiento y la verdad. Movimientos que hay que reconstruir sobre nuevas bases, y verdades que hay que reconquistar de nuevo. Algo que no es nuevo en la historia de este mundo que conoce tantos ejemplos de revoluciones prematuras, revoluciones traicionadas, revolucionarios que acabaron siendo corrompidos por las clases dominantes. Quizás por eso tiene tanta importancia conocer ejemplos de revolucionarios incorruptibles, de ideas que supieron evolucionar más allá de las derrotas., de victorias en las derrotas y derrotas en las victorias. No hay nada acabado en la historia, ningún horizonte que se haya definitivamente perdido, todo está por hacer desde el momento en que el sol nace cada día, desde un mundo en el que las contradicciones entre sus posibilidades materiales -cada vez más altas con las revoluciones técnico científicas- y las necesidades de una inmensa mayoría de la humanidad, que vive en la opre¬sión y la miseria, del propio porvenir de la tierra. Es posible que estemos can¬sados y cansadas, pero no por ello debemos resignarnos. Por viejas y nuevas causas, y por supuesto, por nosotros mismos. Porque como nos recuerda Ernest en la última escena del documental de Hond, una cosa es la duda científica, imprescindible porque la vida es un continúa movimiento, y otra muy diferente es la opción contra las injusticias, a favor de las víctimas, de los oprimidos...En esto no cabe la duda, es al decir de Marx un imperativo categórico. Se podía decir más, es una condición básica de humanidad en un tiempo en el que la abundancia se ha deslazado hacia el aumento de los beneficios, y también en el aumento de la miseria y el dolor.

 

Contacto webmaster

Avec le soutien de la Formation Leon Lesoil, 20, rue Plantin, B-1070 Bruxelles, Belgique