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Las consecuencias de la 2ª Guerra Mundial
Ernest Mandel - Archivo Internet
Ernest Mandel Imprimir
Traducción de Berenice López García para Editorial Fontamara, México 1991, revisada por la redacción.

[Publicado en 1986, El significado de la 2ª Guerra Mundial es uno de los libros menos conocidos de Ernest Mandel. Escrito con ocasión del cuarenta aniversario del final de la guerra, se mantiene totalmente vivo veinte años después, como uno de los escasísimos análisis marxistas de un acontecimiento que ha determinado la historia de nuestra época. Por ejemplo, el capítulo que publicamos del libro de Mandel, dedicado a las consecuencias de la guerra, permite no sólo entender las condiciones económicas, políticas y militares que dieron origen a la Guerra Fría, sino también las raíces burocráticas del “bloque soviético”, que son un dato esencial para comprender su derrumbe medio siglo después.
 
Con ocasión del 60 aniversario del final de la Guerra han reaparecido las mitologías de EE UU como liberador de Europa; también han asomado más discretamente las añoranzas del socialismo que fue “realmente existente”. El texto que publicamos, recordando también el décimo aniversario de la muerte de Ernest, es una contribución a reconstruir una memoria del siglo XX en la que la crítica radical a la “historia oficial” no esté contaminada por el estalinismo. Es también un homenaje a quienes Mandel dedicó su libro: “A la memoria de todos los que dieron su vida luchando contra el fascismo y el imperialismo, en primer lugar a quienes cayeron combatiendo por transformar esa lucha en la victoria de la revolución mundial”].


Apenas terminaba la Segunda Guerra Mundial cuando la Guerra Fría comenzó. La evolución de la primera en la segunda se dio rápidamente y sin interrupción; al respecto, muchos historiadores e ideólogos radicales, tanto de derecha como de izquierda, han argumentado que la Segunda Guerra Mundial realmente nunca acabó o, más aún, que la Tercera Guerra Mundial empezó en 1945.
Tales opiniones son, por supuesto, exageradas. La esperanza de Hitler y Tojo de que la alianza militar entre las potencias imperialistas occidentales y la URSS se rompería en el último momento y que un cambio de alianzas sería entonces posible, no cristalizó. La colaboración militar dentro de la alianza continuó hasta la inmediata consecuencia de la rendición de Alemania y Japón. Cualquier tensión desarrollada entre Washington, Londres y Moscú surgió dentro del marco de la alianza y no condujeron a su ruptura. Sólo cuando finalmente el enemigo común fue vencido, la cuestión de quién debería dirigir al mundo vino a dar preponderancia a todas las demás consideraciones.

¿Cómo y cuando empezó realmente la Guerra Fría? Esta pregunta ha sido discutida abiertamente entre los historiadores en Occidente y, más indirectamente, en el Este de Europa (dada la importancia de la revisión histórica para la burocracia) y el “movimiento comunista mundial”.
Algunos autores comunistas y soviéticos señalan el comienzo de la Guerra Fría a partir de la muerte del presidente Roosevelt, perpetuando así el mito de un Roosevelt “amante de la paz”, diferente de un Truman “agresivo”, mito no basado en hechos de ninguna clase. Otros lo sitúan a partir de la proclamación de la Doctrina Truman o del lanzamiento del Plan Marshall /1. Pero debe hacerse una distinción entre las que fueron dos etapas sucesivas de la Guerra Fría.

Durante la primera etapa, el conflicto estaba en el control político y militar de Europa Oriental. El control (“los gobiernos favorables a la Unión Soviética”) había sido garantizado en gran medida a Stalin en las conferencias de Moscú, Quebec y Yalta. Summer Welles, el secretario de Estado de EE UU, escribió algunos meses después de Yalta: “El gobierno soviético está tan legítimamente autorizado a promover un sistema regional en Europa Oriental, compuesto por gobiernos independientes, cooperativos y propicios entre los países adyacentes a Rusia, como EE UU ha contado con la justificación para promover un sistema interamericano de veintiún repúblicas americanas soberanas en el hemisferio occidental” /2. Mientras el arreglo propuesto daba a los imperialistas occidentales, y en primer término a Gran Bretaña, alguna decisión menor en la conformación del destino político, y especialmente económico, de esos países, no implicaba una rápida retirada de las fuerzas de ocupación soviéticas o la “neutralidad” total de la fuerza de ocupación frente a su eventual evolución política /3. Que las potencias que realizaban la ocupación influirían en la política de posguerra de los países ocupados, estaba claro por la forma en que los aliados occidentales manejaron a Italia, de cuyo gobierno la Unión Soviética fue sutilmente excluida. El orden en Europa oriental, como en Italia, en gran medida, reflejó el equilibrio de fueras militares en el continente europeo tal como prevaleció entre octubre de 1944 y febrero de 1945. El fracaso de los aliados occidentales para entrar repentinamente en Alemania desde Italia, su falta de habilidad para cruzar el Rhin rápidamente después de la invasión de Normandía y, sobre todo, los efectos de la contraofensiva alemana de las Ardenas sobre sus objetivos militares -en el momento en que el Ejército Rojo estaba arrasando con los países de Europa oriental- condujeron al “espíritu de Yalta” político.

Sin embargo, en la primavera y a principios del verano de 1945 el equilibrio de fuerzas cambió. El ejército americano estaba ahora invadiendo firmemente el continente europeo y su potencial de fuego (armamento mecanizado e infraestructura industrial) era el más poderoso del mundo. Se daba un consenso creciente entre los líderes de EE UU en relación a que “había llegado el momento de tomar una fuerte actitud americana hacia los soviéticos, en el sentido de que no podían ser perjudicadas nuestras perspectivas aunque Rusia tenga que retrasar o incluso detener su proyecto de guerra en Europa y Asia” /4. En el último verano EE UU había desarrollado la bomba atómica y era capaz -dada la nueva extensión de sus bases militares- de arrojarla en cualquier parte del mundo. La tentación de utilizar esa superioridad para recuperar lo que había sido “garantizado” a Stalin era, ciertamente, muy grande. Que Roosevelt hubiera muerto y Truman ocupara su lugar, marcó algunas pequeñas diferencias: pero el proceso era inevitable. Alentado por Churchill y por su propio personal político y militar, Truman comenzó sus funciones oponiéndose al consenso de Yalta. Harriman, su embajador en Moscú, cuestionó abiertamente el control soviético sobre Rumania y Bulgaria, aunque éste era ejercido en Rumania a través de un rey, que era un jefe de Estado puramente nominal, y había algunas dudas acerca de la lealtad popular búlgara hacia la Unión Soviética /5. En Hungría, en 1945, tuvieron lugar elecciones libres y las perdió el Partido Comunista. Lo mismo sucedió en Austria. En Checoslovaquia también fueron libres, y aunque el PC se convirtió en el partido mas fuerte, no pudo gobernar solo. En todos estos países, con excepción de Bulgaria, los gobiernos de coalición no eran controlados por los comunistas en 1945-46.

Sin embargo, hubo en Potsdam una presión creciente sobre la Unión Soviética que se inclinaba hacia los gobiernos de coalición “real” en Europa oriental. Churchill, que estaba obsesionado con el peligro del comunismo en Europa y utilizaba cada oportunidad para endurecer la voluntad de los funcionarios de EE UU en sus negociaciones con la Unión Soviética, quedó “completamente fascinado” al conocer el éxito de la explosión de prueba de la bomba atómica /6. Las noticias llegaron a Truman en Potsdam quien, de acuerdo con Churchill, se convirtió en “otro hombre. Puso en su sitio a los rusos y en general dominó la reunión/7. Desde el momento en que Polonia, por razones geoestratégicas obvias, era el pivote del nuevo orden en Europa oriental, fue escogida como la prueba de si los soviéticos se someterían al mundo dominado por los americanos o si seguirían una estrategia propia y distinta. Para la Unión Soviética, sin embargo, Polonia no era una cuestión negociable. Dado que ahí no tenía tropas, EE UU pudo hacer poco en el caso de Polonia. Grecia iba a demostrar un caso diferente.

Grecia llamó la atención de EE UU después de la decisión del Congreso de suspender el Acuerdo de Préstamo y Arriendo con sus aliados europeos. Gran Bretaña respondió reduciendo su presencia económica y militar en Grecia, en aquel entonces agonizante a causa de la guerra civil. El Ministerio de Hacienda estaba a favor de una retirada de Grecia. “Ni siquiera, si tuviéramos el dinero, estoy de acuerdo en que debemos gastarlo en esta forma... sosteniendo, aun con la ayuda de los americanos, a los estados débiles en el Mediterráneo oriental contra Rusia”, escribió el ministro de Hacienda a Attlee en noviembre de 1945 /8. La fracasada Pax Británica proporcionó la oportunidad para que el imperio americano hiciera valer sus derechos: ahora estaba preparado para problemas de esta clase. Dentro del nuevo orden anticomunista, Grecia fue presentada como una cuestión de supervivencia de la nación americana. Forrestal, el secretario de Marina, le dijo a Truman: “Si podemos ganar, deberíamos reconocerla como una lucha fundamental entre nuestro tipo de sociedad y la rusa/9. Los rusos, opinó, no responderían a nada que no fuera el poder. Marshall, el nuevo secretario de Estado, igualmente argumentó: “No es alarmista decir que estamos enfrentando la primera crisis de una serie que podría extender el dominio soviético a Europa (occidental), el Oriente Próximo y Asia/10.

El 12 de marzo de 1946 Truman pronunció un discurso ante la sesión plenaria del Congreso en el que, además de solicitar 300 millones de dólares para Grecia y cien millones para Turquía, presentó los acontecimientos en la primera como una lucha global “entre formas de vida alternativas: La política de Estados Unidos debe ser de apoyo al pueblo libre que está resistiendo la subyugación intentada por las minorías armadas o por presiones exteriores/11. La proclamación de la Doctrina Truman puede ser considerada como el comienzo de la primera fase de la Guerra Fría.

A la presión diplomática-militar después de la guerra, EE UU añadió el chantaje económico. El imperialismo de EE UU surgió de la guerra con una enorme capacidad industrial, agrícola y financiera al mismo tiempo que todos sus competidores potenciales estaban postrados económicamente. Esto era especialmente cierto en el caso de la Unión Soviética. Horowitz cita una notable descripción aparecida en The Observer escrita por el experto ruso Edward Crankshaw: “Viajar tan lentamente por tren sobre las recién abiertas vías férreas desde Moscú hacia la nueva frontera en Brest Litovsk en los días posteriores a la guerra, era una experiencia terrible. En cientos, en miles de millas, no había objeto en pie o viviente a la vista.. Cada pueblo estaba arrasado, cada ciudad. No había graneros; no había maquinaria. No había estaciones ni torres de elevación de agua. No había un solo poste de telégrafo en todo ese vasto campo y las amplias fajas de bosques habían sido cortadas por los guerrilleros a lo largo de la línea como protección contra emboscadas. A todo lo largo de la línea estaban las vías retorcidas, arrancadas por los alemanes, quienes trabajaron con trenes especialmente equipados con garfios conforme se movilizaban hacia el Oeste. En los campos, descuidados, sólo mujeres, niños y ancianos podían verse y éstos sólo utilizaban herramientas de mano/12.

Todas las principales potencias que surgieron de la guerra esperaban la asistencia económica y financiera de EE UU. También la Unión Soviética /13. Pero cada potencia quería un tipo de asistencia que no acarreara una reducción de la independencia y de la autodeterminación de sus políticas, tal como las querían sus clases y castas dirigentes. Pero eso era precisamente lo que Washington no estaba dispuesto a conceder en 1945: la suspensión de la ayuda directa, otorgada vía préstamo y arriendo (Lend-Lease), fue un duro golpe para Churchill, De Gaulle y también para Stalin. La negativa de los préstamos americanos hizo la cuestión de las reparaciones alemanas aún más importante para la burocracia soviética /14.

Las fuerzas armadas soviéticas empezaron a despojar a sus zonas de ocupación de una parte importante de su equipo industrial. Así lo hicieron en Alemania Oriental. También en Manchuria. Cuando emprendieron acciones similares en Rumania, Bulgaria y Hungría, crecieron los conflictos con la burguesía local y las fracciones no-stalinistas del movimiento obrero. Las semillas de la segunda etapa de la Guerra Fría se estaban sembrando.

Pero desde un principio, las cosas no eran tan claras. La cuestión de si la industria pesada del Ruhr debería ser desmantelada o no, estaba sin determinar. Una fracción minoritaria de la burguesía de EE UU, representada por Henry Morgenthau, el secretario del Tesoro, había favorecido esa medida. Sectores secundarios de las burguesías francesa y británica pensaban igual. Incluso dentro del Partido Laborista británico había cierta vacilación /15. De cualquier modo, los movimientos hacia un desmantelamiento del Ruhr comenzaron y llegaron a ser el punto focal del primer despertar de la clase obrera alemana, que se unió en una protesta masiva a través de toda la región contra dichos actos de barbarie. Ya que Stalin esperaba obtener algunas ganancias, presionó intensamente sobre el PCA, tanto en la zona de ocupación Occidental como en la Oriental, para que se opusiera a las huelgas.

En Alemania Occidental comenzó la decadencia ininterrumpida del stalinismo alemán (el PC había disfrutado todavía de sorprendente influencia allí en el período inmediato a la posguerra) /16. En Alemania Oriental, el estalinismo fue la fuente principal de descontento de la clase obrera y neutralizó la aspiración popular a la unidad comunista-socialista, especialmente al implicarse en el esfuerzo de incrementar la producción por la clase obrera con el fin de crear un nuevo fondo de “acumulación socialista primitiva” para la reconstrucción de la industria y el país. Esto conduciría finalmente al levantamiento obrero del 16-17 de junio de 1953 en Alemania Oriental, que forzó al Kremlin a poner fin al saqueo de Europa oriental.

En este contexto /17 hay que mencionar la total e indiscriminada expulsión de once millones de alemanes de Prusia oriental, Pomerania, Silesia, Polonia y Checoslovaquia, un acto indefendible. Esto no fue solamente una respuesta de Stalin, sino de todos los aliados, al irredentismo post-Versalles de las minorías alemanas en Europa oriental, así como una precondición para la adopción de la frontera Oder-Neisse para Polonia.

Cuando el imperialismo americano decidió situarse contra la posición de mantener a Alemania, Japón e Italia en estado de postración económica y se orientó hacia el Plan Marshall y las reformas monetarias de 1948, se hizo inevitable la segunda etapa de la Guerra Fría. Por medio de la operación del Plan Marshall y la Unión de Pagos Europeos junto a éste, los países participantes se integraron en un mercado mundial regido por la ley del dólar americano como medio universal de cambio y pago y por el poder político y militar de EE UU como el arma secular de ese dominio sagrado. Para Stalin la opción era clara. La alternativa para los países bajo el control político y militar del Kremlin era: o que fueran económicamente reabsorbidos por el capitalismo internacional, o que fueran asimilados estructuralmente a la URSS, lo cual exigía la abolición de la propiedad capitalista.

La decisión no fue fácil para la burocracia soviética /18. No fue tomada universal ni dogmáticamente. Los casos de Austria y Finlandia /19 indican que una solución de compromiso -gobiernos neutrales y amistosos hacia Moscú, pero manteniendo relaciones capitalistas de propiedad- era posible. Aunque no existe ninguna prueba definida, hay gran cantidad de evidencias circunstanciales que sugieren que a cambio de la neutralidad y la desmilitarización, la burguesía alemana pudo probablemente haber obtenido la reunificación de su país, bajo relaciones de propiedad predominantemente capitalistas, si bien con un gran sector público como en Austria, en 1955.

Los sucesores de Stalin, especialmente Malenkov, parecen haberse movido en esa dirección. Se hicieron propuestas a Kurt Schumacher, el líder de la socialdemocracia alemana, quien probablemente habría surgido como canciller y figura dominante de la Alemania unida, reemplazando a Adenauer y Ulbricht. Pero la hipótesis nunca fue demostrada en la práctica. Dulles, Eden, Bidault y Adenauer la bloquearon con éxito, cada uno por sus propias razones particulares. Así la división de Alemania y de Europa en dos diferentes sistemas socioeconómicos -y más tarde en dos diferentes alianzas militares- se hicieron fijas e institucionalizadas.

En Japón, Truman y MacArthur se movieron en una dirección similar en 1948. Pero allí el estallido de la guerra de Corea fue el punto de cambio decisivo. La industria japonesa se convirtió en la principal base material para la guerra imperialista contra la revolución china. Desde entonces, emprendió el camino del crecimiento económico acelerado, en el cual ha continuado desde entonces.

Es una cuestión interesante estudiar cuando la burocracia soviética optó por crear un glacis de Estados clientes en sus fronteras occidentales, estructuralmente asimiladas a la Unión Soviética -es decir, caracterizadas por el derrocamiento del poder estatal capitalista y las relaciones de propiedad a través de la coacción burocrático-militar (“la revolución desde arriba” con una insignificante revolución popular) /20.

En los primeros dieciocho meses de la guerra alemana-soviética, mientras el Ejército Rojo estaba esencialmente a la defensiva, Stalin no parecía haber tenido ningún plan para la posguerra más allá de intentar asegurar la aprobación de Churchill para las fronteras soviéticas de 1941, es decir, el reconocimiento de lo que se había obtenido mediante el pacto Hitler-Stalin: los estados del Báltico, Ucrania occidental y Bielorusia occidental, así como Besarabia y el norte de Bukovina. Churchill y Eden susurraban y conspiraban, como Roosevelt, bajo la presión del lobby polaco-americano en el Partido Demócrata. Pero en general se inclinaron a aceptar estas propuestas, con la condición de que el gobierno polaco debía ratificarlas.

Después de la victoria de Stalingrado, Stalin empezó a cambiar de orientación. Maisky fue retirado como embajador de Londres y nombrado vicecomisario (más tarde viceministro) de Asuntos Exteriores a cargo de las negociaciones para el estatus de Europa en la posguerra. Su informe se centraba en la cuestión de las reparaciones. Más tarde, Litvinov se unió a él.

En realidad durante 1943, incluyendo la Conferencia de Teherán, y la primera mitad de 1944, las reparaciones y la cuestión alemana estaban en primer plano en las negociaciones diplomáticas y en los conflictos entre los aliados imperialistas occidentales y el Kremlin, mucho más que las cuestiones de Europa oriental o la polaca. La configuración militar que surgía en Europa oriental todavía estaba lejos de aclararse. El segundo frente era ahora una certeza. Los ejércitos aliados avanzaban a través de Italia hacia Europa central. El valor del “botín” alemán y del norte italiano involucrado en estos movimientos -en primer lugar los baluartes industriales del Ruhr, el sur de Alemania, Sajonia, Berlín y Silesia, y los de Milán y Turín- era mucho mayor que Polonia, Rumanía, Bulgaria, Hungría, Yugoslavia, Grecia o incluso Checoslovaquia.

El fracaso de los ejércitos aliados en su avance hacia Milán y Viena en la segunda mitad de 1944, el fracaso de la entrada de Montgomery a través del Rhin en el otoño de 1944, el avance hacia Yassy de Malinovsky y Tulbukhin, y la victoria de Tito en Yugoslavia, alteraron radicalmente la situación. Ahora, por primera vez, se hizo posible que el Ejército Rojo estuviera en Budapest, Viena, Berlín y Praga antes que sus contrapartes anglo-americanas. Pero todavía estaba en duda quién llegaría primero a Hamburgo, Munich y Milán. Así la cuestión de la división de Europa en zonas de ocupación militar y de influencia se situó en el centro del escenario diplomático y estaba en el corazón de la negociación de Moscú y Yalta.

En enero de 1945, las negociaciones estaban basadas en una estimación esencialmente realista del equilibrio de poder militar en Europa. Ese equilibrio había tenido un cambio a expensas de los imperialistas occidentales como resultado del avance de Tulbukhin en el frente de Pruth y la ofensiva de las Ardenas de Hitler. Probablemente no estamos equivocados al pensar que fue al finalizar el verano de 1944 cuando Stalin, Molotov y otros empezaron a considerar la posesión de varios países de Europa oriental por parte de la burocracia soviética, aunque sin precisar claramente cuáles serían /21. Stalin actuó de una manera esencialmente pragmática en todos los casos. Su ambición se extendió hasta aprovechar las oportunidades territoriales con un mínimo de riesgo (incluyendo el de la confrontación con revoluciones populares). Esto no era nuevo. Ya en 1939-41 se había presentado la oportunidad de apoderarse de los estados del Báltico, Ucrania occidental, Bielorusia y Besarabia como resultado del pacto Hitler-Stalin. En 1944-48 la oportunidad de imponer regímenes políticos pro-Moscú en la mayor parte de Europa central y oriental fue aprovechada. Pero fue una operación estrictamente burocrática-militar, basada en acuerdos de facto con el imperialismo -es decir, la división de Europa y Asia en esferas de influencia- y sin ninguna intención de “estimular” la revolución socialista internacional.

La prueba más clara de que esta opción estaba fuera de la agenda es lo que sucedió en el resto de Europa. Stalin abandonó a las fuerzas griegas del Frente de Liberación Nacional y a su brazo armado, el ELAS y al PC griego, a una lenta erosión (y luego la derrota final) a manos de la burguesía griega y de los imperialismos británico y americano. Impuso con Thorez, en Francia, y Togliatti, en Italia, una línea de total capitulación a la reconstrucción de un Estado burgués y una economía capitalista. Así que había una genuina do ut des involucrada en los convenios de posguerra entre Stalin y Churchill primero y luego Stalin, Roosvelt y Churchill. Los logros del capitalismo fueron ciertamente mayores que los de la burocracia soviética.

¿Por qué la Guerra Fría no se convirtió en una guerra caliente, excepto en Corea, y aún allí, muy significativamente, sin la participación de la URSS? Poderosos sectores de la burguesía de EE UU estaban a favor, si no de una prueba de fuerza militar total con la Unión Soviética, al menos de una posición de “riesgo” constante. Ese riesgo fue en gran medida evitado -aunque se dio más tarde en Corea y resurgió sobre Dien Bien Phu- básicamente por razones políticas. A pesar de la dura presión de Truman y Forrestal, el Congreso de EE UU no aceptó el reclutamiento en tiempo de paz en 1945. La posibilidad que obsesionaba a Churchill de que el ejército de EE UU saliera de Europa, casi ocurrió /22. Ciertamente la presencia militar fue fortalecida de nuevo tras de la proclamación de la Doctrina Truman, cuando EE UU estableció bases en Grecia y Turquía, y con la constitución del Tratado para la Organización del Atlántico Norte (OTAN) después del estallido de la guerra de Corea. Pero, entretanto, el resto de las fuerzas de EE UU en Alemania y Austria eran insuficientes para empezar una guerra contra la URSS.

Sin embargo, las razones sociopolíticas fueron más importantes que cualquiera de las razones técnicas. En el período entre el lanzamiento de la bomba atómica sobre Japón y el desarrollo total de la Guerra Fría, el imperialismo americano se enfrentaba con una cada vez más compleja serie de crisis. El soldado raso empezó a manifestarse y estuvo a punto de amotinarse para ser repatriado. El movimiento obrero americano se lanzó a la huelga más grande y la segunda con mayor militancia en la historia americana. La guerra civil se desarrolló en Grecia. Los obreros franceses e italianos se sublevaron, con independencia, e incluso en contra, de sus líderes socialdemócratas y estalinistas, levantamiento que llegó a su clímax en la huelga general insurreccional de Italia el 14 de julio de 1948, después del atentado contra la vida de Palmiro Togliatti. La guerra civil se encarnizó en el país más populoso del mundo: China. El segundo país más populoso del mundo, India, estaba agonizando debido a las sangrientas convulsiones después de su independencia y no era seguro que allí, como en Indonesia, la burguesía fuera capaz de retener el control. Y por encima de todo, no era seguro que la enorme maquinaria industrial americana, hinchada por las inversiones en tiempo de guerra, fuera capaz de transformarse en producción doméstica sin caer en una profunda crisis de sobreproducción.
La conclusión que se saca de esta lista de problemas para el imperialismo americano y el capitalismo internacional es obvia. A pesar de su absoluta superioridad militar y su hegemonía industrial-financiera, el imperialismo de EE UU fue incapaz de afrontar todas estas crisis y conflictos y arriesgarse a una guerra “caliente” con la URSS al mismo tiempo. La Unión Soviética era ya la segunda potencia militar más grande en el mundo, con un ejército endurecido en combate y exaltado por un sentimiento de seguridad y éxito.

Con el reconocimiento por haber derrotado al fascismo europeo, gozó de un enorme prestigio a los ojos de la clase obrera. Pero, sobre todo, el surgimiento de la militancia de la clase obrera en las zonas centrales del capitalismo mundial y los logros de las revoluciones en China, Yugoslavia, Grecia, Indochina e Indonesia, se mostraron aunque desiguales, suficientemente fuertes para salvar la paz mundial y a la URSS. El Pentágono fue obligado a limitarse, por temor a que estas explosiones se multiplicaran. Y a un nivel más modesto, la elección del gobierno laborista en Gran Bretaña en 1945 actuó como un factor de restricción /23.

En última instancia, era cuestión de prioridades. El gobierno burgués de EE UU tuvo que organizar una estrategia de posguerra, cuya primera tarea fue la reestabilización del capitalismo en Europa occidental, Japón y en su propia patria. Se situó en el papel de gendarme mundial del capitalismo, pero limitando su intervención a las guerras locales, es decir, a guerras limitadas de contrarrevolución. Tras la derrota movimiento por la independencia y la revolución griegas, dirigió su atención a Corea. Y éste seguiría siendo el patrón: se mantenían los expedientes de simulacros y preparativos de guerra de los planificadores militares, pero la embestida contra la URSS había sido retirada de la agenda por todo un período. Aún hoy no está en ella.

El imperialismo americano pudo limitarse porque tenía una salida de carácter económico. La opción que escogió entre 1946-48 fue concentrar sus esfuerzos en la consolidación política y económica del capitalismo en los principales países imperialistas y garantizarles suficiente crédito y espacio para desarrollarse, con el fin de iniciar una amplia expansión mundial de la economía capitalista, con base en la cual el capitalismo se estabilizaría política y socialmente en sus principales fortalezas. Por esa prioridad, otras metas fueron subordinadas, incluyendo la “salvación” de China del comunismo y la “reducción” de la URSS a sus fronteras de antes de la guerra y a la impotencia. Ayudado por los partidos locales, comunista y socialdemócrata, cuya forma recordaba claramente la estrategia de la burocracia obrera después de la Primera Guerra Mundial, el proyecto de Estados Unidos demostró ser muy satisfactorio para, exactamente, veinte años: de 1947-48 a 1967-68.

Traducción de Berenice López García para Editorial Fontamara, México 1991, revisada por la redacción.

1/ Durante mucho tiempo, los autores comunistas condenaron el Plan Marshall como perjudicial para la economía (capitalista) europea. Una revisión táctica de esta tesis está ahora comenzando. Así Nagels, ex dirigente del PC belga, insiste en su libro Un contre-projet pour I´Europe (Bruselas, 1979) que el Plan Marshall era de crucial importancia para volver a lanzar la economía capitalista en Europa occidental.
2/ The Time for Decision, Cleveland, 1944, p. 332. Ver Horowitz, D (1965) From Yalta to Vietnam: American Foreign Policy in the Cold War, Nueva York. (En castellano: Ediciones de Cultura Popular, Barcelona, 1967). Welles resaltó esta declaración insistiendo en la no interferencia en los asuntos internos de los países de América Latina. Lo mismo obviamente se aplicó el axioma de que los gobiernos de Europa oriental debían ser “cooperativos y propicios” con la URSS.
3/ Fue en la reunión de Moscú con Stalin, en octubre de 1944, donde Churchill escribió sus famosas notas que dividían los Balcanes y Europa oriental en esferas de influencia. Funcionaba de la siguiente manera: Rumania:90% URSS, 10% Gran Bretaña, Bulgaria:75% URSS, 25% Gran Bretaña, Grecia:10% URSS, 90% Gran Bretaña, Checoslovaquia, Hungría y Yugoslavia: 50% URSS, 50% Gran Bretaña. Estos porcentajes fueron posteriormente cambiados en tortuosas sesiones entre Eden y Molotov. Churchill,W (1954) The Second World War, Londres, vol. 6, pág. 227.
4/ Reflexiones del almirante Leahy sobre la reunión de emergencia celebrada en la Casa Blanca para prepararse para las discusiones con Molotov, quien llegó a Washington el 22 de abril de 1945. Truman estuvo desacostumbradamente torpe en la posterior reunión con Molotov, quien luego se quejó: ”Nunca me habían hablado en esa forma en mi vida”. Yergin, p. 83.
5/ Bulgaria, a diferencia de Hungría y Rumania, nunca mandó sus tropas a la Unión Soviética pero las empleó para la ocupación de los Estados vecinos. El Ejército Rojo simplemente entró en Bulgaria. No hubo un solo tiro entre las unidades soviéticas y las búlgaras.
6/ De acuerdo con el diario de Alanbrooke, Churchill le dijo: “Que ahora teníamos algo en nuestras manos que equilibraría la balanza con los rusos. El secreto de este explosivo y el poder para utilizarlo alteraría completamente el equilibrio diplomático, que estaba a la deriva desde la derrota de Alemania” (Citado en Yergia, p. 120).
7/ Ibid, p.117. En Potsdam, Churchill fue reemplazado por Attlee, el nuevo primer ministro, y Eden por Bevin, sin que se produjera ningún cambio en la dirección política de la conferencia. “Solamente los ingleses, con su fantástica capacidad para el empirismo, podían haber admitido a un hombre como Attlee en las filas socialistas”, escribió Bidault, ministro de Asuntos Exteriores francés.
8/ El Ministerio de Hacienda finalmente se había salido con la suya en contra del departamento de Asuntos Exteriores respecto a la cuestión de Grecia. Gracias al mal tiempo y a la crisis de combustible de ese invierno, los británicos finalmente decidieron “ponerle fin a nuestro interminable despilfarro de dinero de los contribuyentes británicos para los griegos”. Era su intención “presentar el asunto (de Grecia) en Washington de manera que incitara a los americanos a asumir la responsabilidad” (Yergin p. 280). Y esto fue ciertamente lo que pasó: “Los americanos se alarmaron por temor a que Rusia invadiera los Balcanes y el Mediterráneo oriental. Los funcionarios del Tesoro me dijeron, más tarde, que nunca pensaron que el efecto se daría tan rápido y en forma tan contundente” (Dalton, citado por Yergin pp. 280-81).
9/ Citado en ibid, p. 281.
10/ Ibid.
11/ Ibid. p. 283.
12/ The Observer, 3/4/1944.
13/ La exigencia de las reparaciones de la URSS debe oponerse a los antecedentes de la política de “tierra quemada” de Hitler en Bielorusia y Ucrania. En tres órdenes típicas del Wehrmacht (21 de diciembre de 1941, 30 de agosto de 1943 y 7 de septiembre de 1943) se declaró que todas las aldeas debían ser quemadas sin consideración de las consecuencias para sus habitantes; todos los alimentos y herramientas agrícolas expropiadas; todos los campos destruídos; toda la producción de alimentos imposibilitada; todo el equipo industrial, artesanal y de transporte, trasladado. Carell, P. Verbrannte Erde, pp. 463-65 y 293-9.
14/ El embajador americano en Moscú, Harriman, cablegrafió al Departamento de Estado en enero de 1945 diciendo que la Unión Soviética daba “suma importancia” a sustanciales créditos de posguerra como base para el desarrollo de las relaciones soviético-americanas. “A partir de su (de V. M. Molotov) declaración percibí la implicación de que el desarrollo de nuestras relaciones amistosas dependería de un crédito generoso“. La solicitud formal de un crédito de seis mil millones de dólares se hizo el 3 de enero de 1945. Pero el 23 de abril Truman le dijo explícitamente a Molotov en Washington que la ayuda económica dependería de un convenio satisfactorio sobre la cuestión polaca. (G. Paterson, P. Ed, “Foreign Aid as a Diplomatic Wapon”, en op.cit. pp. 69,70,72)
15/ Es por supuesto escandaloso -refleja la responsabilidad histórica de Bevin- que el mismo partido que en Gran Bretaña apoyó la nacionalización del carbón y el acero se rehusó a hacerlo en el Ruhr, aun cuando los propietarios habían estado entre los principales respaldos financieros de los nazis, habían obtenido mucho provecho de su política de saqueo de Europa e importado trabajo forzado a escala masiva a Alemania.
/16 El PCA obtuvo el diez por ciento del voto popular en las elecciones regionales de Alemania Occidental en 1946-47. Tenía trescientos mil miembros y mantenía posiciones importantes en los sindicatos locales y entre los representantes de los obreros en secciones de fábricas en todo el país.
17/ La clase obrera alemana en ambas zonas de ocupación, oriental y occidental, era muy favorable a la supresión de la propiedad privada de los medios de producción. En la primavera de 1946 se aprobó un referéndum en Sajonia, ocupada por los soviéticos, y en Hessen, ocupada por los americanos, sobre la cuestión de la nacionalización de las industrias básicas. El 77.7% en la primera y el 72% en la última votaron a favor de la expropiación de los capitalistas. Comentando sobre el deseo de Stalin de ver desmantelada la industria pesada alemana, Isaac Deutscher escribió: “No pudo haber ignorado que su plan, tan quimérico como implacable, si se hubiera llevado a cabo, hubiera ocasionado la descomposición de la clase obrera alemana, la principal, si no es que la única fuerza social a la que el comunismo podía haber apelado y cuyo apoyo podía haber conseguido.” (Deutscher, Stalin, Harmondsworth, 1982, p. 523. en español, México, Ed. ERA, 1965). Toda la estrategia de Stalin hacia Europa estaba desde luego, basada en la premisa de una profunda desconfianza y especialmente de la clase obrera alemana.
18/ En abril de 1945 Stalin dijo a Tito y Djilas en Moscú: “Esta guerra no es como en el pasado; quienquiera que ocupe un territorio también impone en él su propio sistema social. Cada uno impone su propio sistema hasta donde su ejército tiene el poder para hacerlo” (Djilas, Conversations with Stalin, Harmondworth, 1963, p. 90. En castellano: Barcelona, Seix Barral, 1962). Trotsky había escrito ya en 1939: “Mientras escribo estas lineas la cuestión de los territorios ocupados por el Ejército Rojo todavía permanece oscura... Es más probable que en los territorios planeados para convertirse en parte de la URSS, el gobierno de Moscú realice la expropiación a grandes terratenientes y la nacionalización de los medios de producción. Esta variante es más probable no porque la burocracia siga siendo leal al programa socialista, sino porque no está deseosa ni es capaz de compartir el poder y los privilegios que este último supone, con las antiguas clases dominantes en los territorios ocupados” (The USSR in War”, 25 de septiembre de 1939, en Trotsky, L. (1942) In defense of Marxism, Nueva York, p. 18. En castellano: Barcelona, Fontamara, 1980).
19/ De acuerdo con Jacques Hannak, en Austria, Renner, que fue instalado como presidente y bajo quien se estableció un gobierno de coalición con la participación del PC tan pronto como el Ejército Rojo entró en Viena, realmente logró engañar a Stalin . Stalin pensó que tenía el dominio del chantajista con el antiguo líder socialdemócrata. El hecho de que Renner públicamente hubiera solicitado apoyo para el Anschluss durante el referéndum de 1938, posiblemente desempeñó cierto papel en esta apuesta. Pero Renner juzgó correctamente que las masas austríacas no estaban interesadas en su comportamiento de siete años antes sino que lo juzgaría por la forma en que defendiera la independencia de Austria contra las fuerzas de ocupación soviéticas aquí y ahora. Esto es lo que pasó. Primero, Renner aceptó a un comunista como ministro del Interior en el gobierno de coalición. Pero cuando el PC sufrió una derrota demoledora en las elecciones del 25 de Noviembre de 1945, el comunista fue reemplazado por el socialdemócrata Helmes, quien fácilmente evitó que el PC conectara con el movimiento de huelga de 1947 (Jacques Hannak, Kark Renner und seine Zeit, Viena, 1965, pp. 669-87). Es interesante señalar que, en su oposición sistemática hacia los gobiernos de coalición con la participación comunista en Europa oriental y central, los imperialistas británicos y americanos protestaron enérgicamente por la creación del gobierno provisional de Renner por los soviéticos; corrigieron su opinión más tarde. Es verdad que “más tarde” Austria tenía sus propias fuerzas armadas.
20/ Sherwood, Robert E. pp. 400-01, 710, 713, 715-16.
21/ Varios autores soviéticos -así como algunos autores en Occidente- tienden a exagerar este asunto. De hecho, Hitler primero había retirado las divisiones desbaratadas del frente oriental para hacer posible la ofensiva de las Ardenas. Toda la evidencia disponible confirma que la ofensiva ya había terminado -en primer lugar a causa de la falta de combustible para los tanques alemanes- y los americanos ya habían pasado a la contraofensiva, antes de que el Ejército Rojo atacara el frente del Oder o antes de que cualquier división alemana se retirara del frente occidental al oriental.
22/ La diferencia hecha por las tropas americanas en Europa está bien ilustrada por la crisis sobre Trieste a mediados de mayo de 1945. Cuando el ejército de guerrilleros yugoslavos trató de extender su ocupación sobre esta zona, Truman pidió a Eisenhower, por medio del general Marshall, que mandara tres divisiones al Paso Brenner o arriba de Trieste. Marshall contestó que Eisenhower estaba preparado para mandar cinco divisiones. Truman solicitó al almirante King buques de la armada americana para llevarla al Adriático. El general Arnold dijo a Truman que varios escuadrones de la fuerza aérea estaban listos para ponerse en movimiento en cualquier momento. Truman cablegrafió todo esto a Stalin y la crisis fue solucionada. Truman, Memoirs, vol.1 pp. 249-50.
23/ La intervención de Attlee contra el plan de MacArthur de utilizar la bomba atómica en Corea después de la derrota masiva de las fuerzas americanas a manos del Ejército de Liberación del pueblo chino, fue probablemente uno de los factores clave para evitar su legitimación después de Hiroshima y Nagasaki.

 

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